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Un nuevo relato de Yola, nuestra viajera alrededor del mundo. Esta vez con un curioso texto sobre “la Chocolatina del pastel”

Es que las guindas no me gustan, y actualmente la chocolatina de la tarta, esa donde suele poner “Felicidades”, es aquello por lo que todos peleamos desde que el dulce entra en casa (o sale del horno o nevera) y hasta que se reparte como buenos hermanos y desaparece.

Normalmente suelo dejar lo mejor de mi plato para el final, es decir, lo que más me gusta lo último. Si me lo como lo primero, lo mastico menos, más rápido, lo trago antes, y lo saboreo poco. Porque al principio de la comida, tiene una más hambre.

De hecho esto sirve de diversión a la familia, que juegan a hacerme de rabiar robándome ese pequeño tesoro que guardo en una esquinita de mi plato hasta el final, para saborearlo y disfrutarlo.

Te preguntarás a qué viene esto en un blog de viajes.

Cuando comencé a organizar la ruta de mi vuelta al mundo tenía claro (clarísimo) que quería pasar por África. Intenté dejarme ese bomboncito para degustarlo lo último, pero, para mi sorpresa, todos los vuelos que llegan a África, desde Sudamérica, pasan por Europa, con el consiguiente consumo de millas. Me fue imposible guardar mi chocolatina y me la tuve que comer al principio.

Si, a día de hoy, más de 2 meses después de mi primera etapa, creo que la mastiqué poco y rápido. Creo que la tragué pronto y que no la pude saborear lo suficiente.

Y qué pasa cuando una ha perdido los sentidos degustando el tan deseado manjar? Pues que luego solo queda bizcocho.

Sin ánimo de ofender al pobre bollo, y mucho menos a todos sus amantes, pero sinceramente, un bizcocho solo es bizcocho, no es la chocolatina. Y no es que quiera compararlos, NO, no hay punto de comparación, es que un bombón me gusta más que un bollo. Y cuando ya me he comido el chocolate, como que el apetito también disminuye considerablemente.

Está claro que el turismo de naturaleza y fauna (por ese orden) me apasiona (chocolatina), el socio-cultural me gusta (relleno), el histórico-artístico me resulta curioso (bizcocho), y el religioso casi casi me disgusta (bizcocho rancio). Intento conocer y disfrutar un poco de todo, aunque solo sea ese poco, pero…

No puedo aportar mucho más que la info práctica y la documentación gráfica de los lugares por los que voy pasando, porque, de momento, esta tarta solo tiene bizcocho. No hay tropezones de algo novedoso o emocionante, ni cosas sorprendentes como en el roscón de reyes. No hay nata, láminas de almendra o virutas de chocolate. Intentaré sacarle la miga y buscarle el relleno, que siempre es más dulce, pero hasta la fecha (más de dos meses por aquí y cuatro países) no he encontrado nada jugoso, solo bizcocho.

Y es que, aunque lo intente, el bizcocho como que no despierta sentimientos grandilocuentes en mi. Y siento mucho si esto decepciona a alguien, que me consta que lo hará. Parece una estricta obligación del viajero el que todo lo que veas te guste, sepas disfrutarlo y bla, bla, bla. Si esto es así, dimito de viajera.

Es lo que hay: BIZCOCHO.

Bizcocho
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