Día 1: Tu viaje a Atenas tiene que tener un gran comienzo, tan grande como la Acrópolis. Este monumento, declarado Patrimonio de la Humanidad, es uno de los monumentos más importantes de la ciudad. La Acrópolis se divide en el Partenón, los Propileos, el Erecteion y el Templo de Atenea Nike. Para terminar el día, repón fuerzas en los bares de Anafiotika.
Día 2: El segundo día en Atenas puedes dedicarlo a los museos. El Museo Arqueológico Nacional es uno de los más importantes de Atenas junto con el de la Acropólis. Para comer y pasar la tarde, puedes ir al barrio de Plaka, el más antiguo y animado de la ciudad.
Día 3: El último día, resérvalo para ver el templo de Zeus y el Estadio Panatenaico, donde se celebraron los primeros Juegos Olímpicos Modernos. Si quieres hacer algunas compras antes de marcharte, pásate por las calles Stadiou y Panepistimiou.
Atenas en agosto
Viajar a Atenas en agosto es sinónimo de buen tiempo. Los días soleados se suceden creando el ambiente perfecto para recorrer las playas cercanas, refrescarse en el Mediterráneo y volver a casa con un bronceado envidiable. Si bien lo más popular de Atenas son sus monumentos y su historia, cerca de la capital griega hay algunas playas que merecen ser visitadas.
A tan sólo 10 kilómetros de Atenas se extiende la Riviera ateniense, cuya playa más característica es la de Glyfada, rodeada de palmeras y con aguas cristalinas que invitan a nadar. Es el lugar perfecto para pasar el día con toda la familia, puesto que hay una amplia oferta de restaurantes, lugares de ocio ¡y hasta un campo de golf! Sin embargo, si buscas una playa aún más cerca de Atenas, puedes ir a la Playa Faliro o la Marina de Flisvos, cuyas vistas al Golfo Sarónico son verdaderamente impresionantes.